El Ermitorio

A tan solo cuatro kilómetros del núcleo urbano de Onda, enclavado entre pinares y bancales antiguos, se alza el Ermitorio del Santísimo Salvador, un conjunto arquitectónico que conjuga fe, historia y naturaleza. Más que un simple edificio religioso, este espacio constituye un símbolo profundo de la identidad del pueblo de Onda, tanto por su valor patrimonial como por el arraigo popular de su devoción.

La construcción original de la ermita data de finales del siglo XIV o comienzos del XV. Debía ser bastante sencillo, si atendemos a las escasas referencias documentales conocidas, y no fue sino hasta 1724 cuando se llevaron a cabo unas importantes obras de reforma, que sirvieron para
dotar a la capilla de una mayor amplitud y más rica decoración de estilo barroco tardío, trabajos que también afectaron a la hospedería y otras
dependencias del conjunto arquitectónico, que de este modo consiguió tener un carácter mucho más monumental, en el que destaca limpia fachada así como su característico porche, para atender mejor a todos cuanto lo visitasen.

La ermita tiene planta de cruz latina y se cubre con bóveda de cañón con lunetos. La decoración interior, rica en rocallas de escayola de estilo barroco, se remata en el altar mayor con un retablo de los años cuarenta del siglo XX, de frontón curvo partido, en cuya parte central se encuentra la venerada imagen del Salvador, que también es de las mismas fechas, pues retablo y talla fueron destruidos durante la última guerra española. El nuevo retablo no sigue las trazas del anterior, conocido por fotografías antiguas, mientras que la talla del Salvador, que en origen era una pieza gótica del siglo XV, repintada en 1555 por el gran pintor renacentista valenciano Juan de Juanes, quien le otorgó el colorido y la expresión renacentista que tenía; a la hora de reproducirla se hizo de la manera más fiel posible a partir de antiguas fotografías y pinturas del original destruido.

Adosada al templo se encuentra la antigua hospedería, edificio de tres plantas con cubierta a dos aguas y fachada regular, que durante siglos acogió a peregrinos, visitantes y, más recientemente, celebraciones sociales. Su escalera central con claraboya de vidrio, la cerámica modernista de la planta baja y los balcones de forja, son solo algunos de los muchos elementos que conservan el encanto de su pasado.

El porche, de construcción sencilla, servía antaño de refugio para romeros, con sus carretas y animales. Compuesto por pilares de ladrillo y techumbre de teja árabe, delimita una explanada que actúa como corazón del conjunto. En ella destaca una columna toscana de piedra, con cruz de forja en la parte superior, que preside este espacio abierto a la meditación y la convivencia.

Todo el entorno está cuidadosamente integrado en el paisaje, con zonas arboladas, fuentes y senderos que serpentean entre bancales, ofreciendo un espacio ideal para la introspección y el encuentro espiritual. En la parte posterior, junto a las construcciones anexas, una fuente con pila de piedra y un panel cerámico del Salvador y la Samaritana evocan pasajes bíblicos e invitan a la contemplación.

A lo largo de los siglos, el ermitorio ha sido testigo de romerías, promesas, fiestas patronales, encuentros entre pueblos vecinos como son Onda y Fanzara, y celebraciones tan singulares como las Fiestas Constantinianas, celebradas cada siglo en conmemoración del Edicto de Milán de 1313, que reconoció la libertad de culto en el Imperio Romano.

Este conjunto es un espacio vivo, cargado de memoria y devoción, que sigue convocando cada año a cientos de personas que ascienden en romería con devoción infinita.

 

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